lunes, 22 de septiembre de 2014

No pidas más

Y ocurrió sin más, sin esperarlo porque a sí es como se acaba todo. Era todo demasiado bonito, demasiado perfecto. Quizás en algún momento si que pensé en lo raro que era todo, lo difícil que era hablar contigo. Tal vez no me di cuenta de las veces que me dejaste sin contestar, las veces que era yo la que tiraba de la conversación porque tú no tenías nada importante que decir. Quizás alguna vez si que me di cuenta de lo difícil que era todo contigo.



Porque no es necesario tener algo importante que decir para decirlo. A mi me servía cualquier cosa que me dijeses para alegrarme el día. Quería hablar contigo, sólo eso, me daba igual de qué. Y como dice aquella canción del canto del loco que tanto me gusta hacerlo todo contigo.


Y puede que haya pedido mucho, que fuese demasiado pronto para pedir todo lo que pedía, pero cuando sientes que el tiempo se te hecha encima intentas que todo ocurra mucho más deprisa, sin miedo a las consecuencias. Y puede que eso sea lo que ocurrió. Empezamos muy fuerte para luego parar de golpe. Y fue una caída dura la de la vuelta a la realidad. Ojalá me hubiese preparado para esto, para dejar de hablar contigo, para estar pensando en ti y no poder hacer nada, para estar pensando en toda nuestra breve historia y darme cuenta de la verdad, de cómo me autoengañé para no dejar de hablar contigo a pesar de que estaba claro que para ti sólo era una más, una amiga a la que cuentas tus problemas de vez en cuando para no sentirte solo. Ojalá hubiese tenido una escalera que me facilitase la bajada...



Y ahora es cuando me pregunto si a lo mejor pedí mucho al decirle que me preguntase cosas, que se interesase por mí y por mi vida tal y como hacía yo con él. A lo mejor el problema lo tuve yo de querer cambiarlo, quizás él fuese así y yo no hacía otra cosa que forzarlo a hacer algo que no le salía hacer. A lo mejor tendría que haberme conformado con lo poco que me daba porque era más de lo que merecía y más de lo que él podía dar.
Quizás debería de dejar de engañarme, de aceptar lo que me viene dado sin pedir más. De no querer más de lo que merezco.



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